El sector agroalimentario es uno de los pilares de la economía española. Contribuye con más de 24.000 mill. de euros de facturación y un saldo comercial de más de 6.500 mill. euros.
Respecto al sector primario, dentro del que se encuentra el sector agro en España, la producción más destacada son las hortalizas, con un 38,8%, seguido muy de cerca por las frutas con un 37% y los Cereales con un 11%.
La agricultura española no sólo es la que más dedica en la UE a la agricultura ecológica con más de 2 mill. hectáreas (un 12% del total de 17 mill. de hectáreas – 34% del territorio), sino que es el productor con mayor variedad de cultivos, lo cual refleja la importante biodiversidad y riqueza de nuestro país y de la que nos debemos sentir profundamente orgullosos.
Como hemos indicado en publicaciones anteriores, no todo son buenas noticias en este sector tan pujante, ya que uno de los factores negativos a destacar y sobre los que se debe trabajar de una manera muy activa es el despoblamiento y el progresivo abandono de cultivos por razones de competitividad o falta de relevo generacional. Existe un riesgo enorme de que ese progresivo abandono de explotaciones continúe con la senda de destrucción del empleo en el sector, ya que la edad media de los agricultores en muchas provincias se sitúa por encima de los 50 años.
Es hora de una revisión de la situación actual del pequeño y mediano agricultor y su apoyo a través de las sinergias de diversos sectores que sepan dotar a esos productores de herramientas que permitan incrementar su competitividad, entendida no como efecto comparativo en el mercado globalizado, sino acercando su producto en calidad y cantidad al consumidor que aprecie su calidad, esfuerzo y beneficios para el organismo.
En la mayoría de ocasiones, se confunde la competitividad con la capacidad de servir un producto a nivel global en situación de perpetua competencia de precio (en detrimento generalmente de los controles de calidad, muy deficientes en la mayoría de importaciones de frutas y hortalizas), cuando lo que debemos encaminarnos cada vez más es a mercados locales y próximos, que acerquen el producto agrícola de la tierra a la mesa, poniendo el énfasis en el disfrute de la comida como un bien hipocrático y medicinal y de disfrute gastronómico personal y familiar.
Estos factores merecen un análisis detallado por las organizaciones locales, en especial para proteger a los pequeños agricultores, bien a través de la fórmula del cooperativismo, crowdfarming, la inclusión de ciertas tecnologías y/o en colusión con otro gran sector del rural, el turismo.
Respecto a este último, potenciar el turismo rural, que cuenta con aproximadamente un tercio de las plazas hoteleras de España (aprox. 800.000 plazas), sería muy beneficioso acercar ese mundo a los núcleos urbanos que cada día están más desconectados de la realidad del campo.
La unión del mundo agroalimentario que tiene una contribución al PIB del 11% junto al turismo rural que creció ya en 2019 por encima del 3%, podría ser la llave para que ambos sectores se den la mano en la elaboración de un plan estratégico que potencie el desarrollo y promoción del campo como destino de inversiones que hagan de ambos sectores una potencia creciente, la cual genere empleo para luchar de manera eficiente contra la despoblación que azota nuestro país.
Si tu empresa está enfocada en el sector agro y/o turismo, estaremos encantados de escuchar tu historia y saber cómo podemos ayudar a potenciar dicho proyecto. Hazte miembro de nuestra Comunidad en este enlace, Proyecto Amigo. #JuntosSomosMásFuertes.